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LA VENIDA DEL MESIAS

cando estos con simplicidad el pan ó sustento del alma, que es la verdad, buscando esta verdad en su propia fuente que es la divina Escritura, podian hallar en lugar de pan una piedra, en lugar de pez una serpiente, y en lugar de huevo un escorpión[1].

61. Esta reflexión, que algunas veces se me ofrecía con gran viveza, me hizo al fin cobrar un poco de ánimo, y aunque no del todo asegurado, comenzé un dia á pensar que en todo caso sería menos mal culpar al hombre, que culpar á Dios; pues como dice S. Pablo: Dios es verdad: y todo hombre falaz, como está escrito[2]. Con esto se empezó á renovar en mí cierta sospecha, que siempre habia desechado, como poco fundada, mas que por entónces me pareció justa. Esta era que los intérpretes de las Escrituras, lo mismo digo á proporcion de los teólogos y demas escritores eclesiásticos, teniendo la mente repartida en una infinidad de cosas diferentes, no podian tratarlas todas y cada una, con aquella madurez y formalidad que tal vez pide alguna de ellas. Por consiguiente podia muy bien suceder, que en el grave y vastísimo asunto de Milenarios no fuese error ni fábula todo lo que se honra con este nombre, sino que estuviesen mezcladas muchas verdades de suma importancia con errores claros y groseros. Y en este caso, seria mas conforme á razón separar la verdad de la mentira, y lo precioso de lo vil, que confundirlo todo en una misma pasta, y arrojarla fuera, y echarla a los perros[3], por miedo del error.

62. Con este pensamiento empezé desde luego á estudiar seriamente este punto particular, rejistrando para esto con toda la atencion y reflexion de que soy capaz, cuantos autores, antiguos y modernos me han sido accesibles, y en que he pensado hallar alguna luz; mas confrontándolos siempre con la Escritura misma, como creo debemos hacerlo,

  1. Luc. xi, 11 et 12.
  2. Est autem Deus verax: omnis autem homo mendax, sicut scriptum est.—Ad Rom, iii, 4.
  3. Et mittere canibus.—Mat, xv, 26.