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La teoría de la relatividad de Einstein.

fig13
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Para representarse esto intuitivamente, piénsese, por ejemplo, una palanca de brazos iguales y un peso sobre una de las extremidades de la palanca. Sobre la otra extremidad, con un martillo, se dan golpes de igual fuerza y muy rápidos, de manera que la palanca permanezca en equilibrio (fig. 18). Es evidente que los golpes pueden ser más débiles y, en cambio, más frecuentes; o menos frecuentes y, en cambio, más fuertes; pero, en todo caso, la fuerza del choque J, multiplicada por el número n de choques, o dividida por el tiempo t que transcurre en cada choque, ha de ser siempre igual al peso K. Con esta «balanza de los choques» estamos en disposición de medir la fuerza de los mismos, aun cuando no podemos determinar la duración y la fuerza de cada uno; bastará determinar la fuerza K que hace equilibrio a n choques iguales en un segundo—hasta llegar a imperceptibles temblores de la balanza—y entonces la cantidad de cada choque será la enésima parte de K.

La dimensión del choque es y su unidad en el sistema usual de medida es sec. g.

8. La ley de la impulsión.

Consideremos nuevamente la bola sobre la mesa y estudiemos el efecto de los choques sobre ella. Para ello haremos uso de un martillo que pueda girar alrededor de un eje horizontal; dejaremos caer el martillo desde una altura determinada. Lo primero que haremos será estimar la fuerza del choque para cada altura de donde caiga el martillo. Luego le dejaremos caer sobre la bola que está inmóvil en la mesa: observemos la velocidad que recibe la bola por medio del choque, midiendo los