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La teoría de la relatividad de Einstein.

con el extremo de un indicador; si al verificar la rotación se conserva el contacto, el filo de la regla es recto (fig. 131).

Si estos métodos, desde luego muy superiores a la intuición, los sometemos ahora a la critica, veremos que propiamente nada deciden tampoco acerca de la rectitud absoluta. En el primer método supónese ya que el rayo luminoso es rectilíneo; ¿cómo se demuestra que en efecto lo es? En el segundo método se supone que los puntos de rotación de la regla y el extremo del indicador se hallan en un enlace rígido y que la recta misma es rígida; si quisiéramos comprobar la rectitud de una vara de sección circular, colocada en posición horizontal y algo curvada por el propio peso, la curvatura seguirá siendo la misma cuando hagamos girar la vara y el método del contacto reconocerá rectitud donde en realidad existe curvatura. Y no se objete que éstos son errores que se producen en toda medición física y que un experimentador hábil sabe evitar. Lo que aquí nos importa es hacer ver que nunca puede comprobarse directamente, por experiencia, la rectitud absoluta ni ninguna otra propiedad absoluta geométrica, y si sólo en relación con determinadas propiedades geométricas de los medios empleados en la medición (rectitud del rayo luminoso, rigidez del aparato). Si desnudamos las operaciones realmente verificadas y les quitamos cuanto a ellas añade el pensamiento, el recuerdo, el saber, no queda más sino la comprobación siguiente: si dos puntos del filo de la regla tocan a un rayo luminoso, también toca a él este o aquel otro punto; si dos puntos de la regla coinciden con dos puntos de un cuerpo, otro tanto vale para este o aquel tercer punto. Lo realmente comprobado son, pues, coincidencias espaciales o, mejor dicho, espaciales-temporales; esto es, la conjunción en el mismo sitio al mismo tiempo de dos puntos materiales cognoscibles. Todo lo demás es especulación, incluso el aserto tan sencillo de que por medio de experimentos de coincidencia en la regla puede establecerse la rectitud de ésta.

Un examen crítico de las ciencias exactas demuestra que todas las determinaciones vienen a parar, en general, a esas coincidencias. Toda medición es, al fin y al cabo, la compro ba-