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La teoría de la relatividad de Einstein.

o, según la fórmula [22] (pág. 78):

Otro tanto rige, naturalmente, también para la rotación de los planetas alrededor del Sol.

Este y muchos otros ejemplos muestran que la teoría newtoniana del espacio absoluto se apoya en hechos muy concretos. Si recorremos de nuevo la serie de los pensamientos, vemos lo que sigue:

El ejemplo del vaso de agua en movimiento de rotación demuestra que la rotación relativa del agua respecto al vaso no es la causa de que se manifiesten fuerzas centrífugas. Podría ser que fuesen la causa grandes masas circundantes, por ejemplo, la Tierra entera. El aplastamiento de la Tierra, la disminución de la gravedad en el ecuador, el experimento del péndulo de Foucault, muestran que la causa hay que buscarla fuera de la Tierra. Mas las trayectorias de todos los satélites y planetas no existen sino merced a fuerzas centrífugas que mantienen el equilibrio con la gravitación. Y, por último, se observa el mismo fenómeno en las más lejanas estrellas dobles, cuya luz necesita miles de años para llegar hasta nosotros. Parece, pues, que la presencia de fuerzas centrífugas es universal y no puede obedecer a efectos recíprocos. Por eso no hay sino admitir como su causa el espacio absoluto.

Estas conclusiones, desde Newton, han tenido una validez general. Pocos pensadores se han opuesto a ellas. Ante todo, y casi como único, cabe citar a Ernesto Mach; éste, en su Exposición crítica de la mecánica, ha analizado los conceptos de Newton y examinado su fuerza cognoscitiva. Parte del hecho que la experiencia mecánica no puede nunca enseñarnos nada acerca del espacio absoluto; lo único determinable, lo único, pues, que tiene físicamente realidad, son lugares relativos, movimientos relativos. Por eso las pruebas de Newton para demostrar la existencia del espacio absoluto deben de ser pruebas aparentes, falaces. En realidad, todo consiste en que se con-