se obtiene, para la aceleración de la gravedad, una diferencia entre el polo y el ecuador que vale
cantidad relativamente pequeña con relación a 981; este valor hay que aumentarlo un poco más por causa del aplastamiento de la Tierra.
Según la teoría de Newton sobre el espacio absoluto, hay que concebir estos fenómenos de tal suerte que no obedecen al movimiento relativo a otras masas, por ejemplo, las estrellas fijas, sino al movimiento de rotación absoluto en el espacio vacío. Si la Tierra estuviese inmóvil y todo el cielo de las estrellas fijas girase alrededor de la Tierra en veinticuatro horas, no se presentarían, según Newton, fuerzas centrífugas en la Tierra; la Tierra no estaría aplastada por los polos, y la gravedad sería en el ecuador la misma que en el polo. El aspecto del movimiento del cielo, visto desde la Tierra, seguiría siendo el mismo; y, sin embargo, entre ambos casos hay una diferencia determinada, físicamente comprobable.
Aun más claramente se ve esto en el experimento del péndulo de Foucault (1850). Un péndulo que oscila en un plano debe, según las leyes de la dinámica de Newton, conservar continuamente su plano de oscilación en el espacio absoluto, si se excluyen todas las fuerzas capaces de desviarlo. Si el péndulo se cuelga en el polo Norte, continúa la Tierra dando vueltas en cierto modo debajo de él (fig. 43); el observador sobre la Tierra observa, pues, una rotación del plano de oscilación en el sentido opuesto. Si la Tierra estuviese inmóvil, pero se moviese el cielo de las estrellas fijas, no podría, según Newton, cambiar el plano de oscilación del péndulo