Se me figuraba asimismo que andaba el reloj con la precipitación y diligencia de una máquina que quiere recorrer en minutos los años que se ha estado mano sobre mano, es decir, rueda sobre rueda; sentía el tic tac de las piezas, y creía ver oscilar el péndulo dando bofetones á un lado y á otro á todos los pájaros disecados, los cuales se empeñaban en volar moviendo con trabajo las escasas plumas de sus alas podridas; y por último, en medio de esta baraúnda, me pareció que el Cristo estiraba los brazos y el cuello, desperezándose con expresión de supremo fastidio.
II
Demos á conocer á la persona.
Parecerá que don Anselmo es tipo poco común, de estos que más se ven en el artificioso mundo de la novela y el teatro que en la escena de la vida, donde estamos todos formando este gran grupo social, que hoy nos parece una vulgaridad insigne, y quizá lo es.
Don Anselmo, al ser presentado en la singular escena que hemos descrito, en medio de tantos rarísimos trastos, con este aparato de Edad Media y sus ribetes de brujo ó bus-