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Tropiquillos

Ramoncita se esforzaba en darme lecciones, y cuando íbamos á echar de comer á las gallinas, me decía: «Es preciso no darles poco ni demasiado; y en caso de no poder medir bien, atiéndase más á la sobriedad que al exceso. La sabiduría consiste en dar á la vida, ya sea moral, ya física, un poquitito menos de lo necesario.» 225 Esta rara sentencia me probaba lo que ya sabía yo, y era que Ramoncita tenía un despejo sin igual, intuición de primer orden, perspicacia grandísima. De tales prendas resultaría, teniendo en cuenta las compensaciones de la Naturaleza, que no debía de ser bonita. Y sin embargo lo era. Ella y su hermana pedíanme que les contara mis aventuras. Yo hablaba, hablaba referíales maravillas y sorpresas, describiendo países, pintando pueblos, ponderando riquezas que parecían fábulas; y después de tanto charlar, me recogía en mí mismo, creyendo no haber dicho nada. Un millón de palabras había salido de mi boca, y no obstante, mi corazón permanecía lleno y pletórico lo mismo que un tonel en cuya concavidad fermenta el mosto recién sacado de las uvas.: 15