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Celín

▸ CELIN no, la levantó en brazos como si fuera una pluma.

— — Vaya, hijo, que tienes una fuerza... No lo creí. Ni siquiera te fatigas. Cuidado que — 191 yo peso...

Te llevaría de esta manera hasta la noche, sin cansarme afirmó él. Pesas menos que una caña para mí.

Diana se sentía en los brazos de su acompañante como en un aro de hierro. De este modo anduvo el muchacho con su preciosa carga una buena pieza, metiéndose en el agua hasta las rodillas; y Diana se veía acometida de fuertes ganas de reir cuando las desigualdades del suelo del arroyo obligaban á Celín á hundirse, elevando los brazos para que ni los pies ni el borde del manto de la señorita se mojaran. Al dejarla en tierra, no se conocía en la respiración del misterioso chico la más leve fatiga.

— — Vaya que eres fuerte — dijo ella dando un suspiro. Si yo viviera, que no viviré, y te recomendara á mi papá, podrías ser nuestro palafrenero, y se te pondría una librea, con la cual estarías muy majo.

Celín, sin hacer caso de lo que la señorita decía, empezó á coger piedras y á tirarlas con presteza y empuje increíbles en dirección del río. Su brazo era como inflexible honda,