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B. Pérez Galdós

seguro de que al matarle castigas á un delincuente? Tú ya das por supuesto que ha habido delito, y no es esa la cuestión. Se trata sólo de ciertas voces que debemos suponer no tienen fundamento alguno. Ahora di si esas voces se acallan matando gente.» — «Pues yo no puedo salir de aquí — dije, recordando la amenaza de Paris de seguirme á todas partes —; él irá tras nosotros.» «¿Cómo puede ir contigo?—dijo mi amigo—. Y si va, en tu mano está evitar que te siga mucho tiempo. Aquí no es fácil que sin escándalo puedas echarle de tu casa, mientras que viajando ya es más posible librarte de él por cualquier medio.» Poco más hablamos; pero lo que he referido fué lo bastante para confundirme más de lo que estaba. El principal tema de mi cavilación consistía en esto, que repetía sin cesar: «Luego Paris es un ser real; ese que llaman Alejandro no es una sombra, no es una aparición, sino un hombre que entra en mi casa y es conocido de todo el mundo. Alejandro y Paris son dos personas distintas; el que yo he visto es representación ó remedo del primero.» Cansado ya de aquel suplicio, resolví salir, para buscar en la confianza y en el consejo de personas afectas á mí un alivio á tan terrible pena. Pensé dirigirme á varios