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B. Pérez Galdós

I 20 B. PÉREZ GALDÓS portancia inmensa para nosotras; créelo.

Además parece que te has propuesto hacerte aborrecer de ella; pasas los días abstraído, solo, encerrado en ese maldito cuarto, donde á veces se te siente hablar como si estuvieras en conversación con las ánimas del Purgatorio.» —«¿Se me siente?—dije yo oyendo con te rror aquella descripción de mi vida. » «Sí, eso dicen los criados — continuó riendo—, te han oído hablando solo. ¿Es esto tener razón, es esto ser hombre? Después sales y vas dando feroces gritos al cuarto de Elena, que trémula y sobrecogida te ve registrar la habitación como si persiguieras á alguna sombra. La pobrecilla ha llegado á tenerte tanto miedo, que tiembla sólo de oir tu voz. Yo no sé en qué va á parar esto. ¡Qué singular manera tienes de hacerte querer de tu esposa! Ni la acompañas, ni la mimas, ni procuras distraerla; ella está acostumbrada al trato de las gentes, á los goces de la sociedad..., ¡y verse aquí sola, encerrada...!

Únicamente yo me intereso por ella; he logrado reunir aquí algunos amigos y amigas, que nos hacen tertulia, entreteniéndonos un poco. Pero yo no sé qué tiene esta casa; es triste como su dueño; todos huyen de ella. En los últimos días casi nadie ha veni-