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¡Ya está! ¿No decía yo? gimió el pobre hombrecito, alzando las manos y mirándonos asustado.

—No tenga usted miedo, señor Sholto le dijo Holmes. Muy pronto lo libraré á usted de esa acusación.

¡No promete usted demasiado, señor Teorizador, no promete usted demasiado !—le previno el detective en tono rajante.—Puede ser que el asunto le resulte á usted mucho más difícil de lo que usted piensa.

—No sélo estoy seguro de librar al señor Sholto, sino que voy á obsequiarle á usted, sin el menor interés, con el nombre y seña de una de las dos personas que estuvieron anoche en este cuarto. Sepa usted que se llama Jonathan Small, es hombre de escasa educación, pequeño de estatura, activo y le falta la pierna derecha, en cuyo lugar usa una de palo, que está algo gastada en la parte inferior. El pie izquierdo lo lleva calzado con un botín de suela ordinaria, cuadrado en la punta, el tacón tiene un ribete de hierro. Es hombre de cierta edad, tiene la cara y las manos quemadas por el sol, y ha estado en presidio. Estas pocas indicaciones pueden servirle á usted, y agrégueles usted esto: el sujeto debe tener en este momento la palma de la mano casi sin cutis. La otra persona...