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—Sí, vamos !suplicó Tadeo Sholtono me siento capaz de tomar una resolución.

Todos seguimos al cuarto del ama de llaves, situado en el lado izquierdo del corredor. La anciana se paseaba de un extremo á otro de la habitación, mirando asustada á un lado y á otro, apretándose los dedos; pero la presencia de la señorita Morstan pareció producir en ella el efecto de un calmante.

— Yo —¡Bendiga Dios esa cara tan cariñosa y tranquila !—exclamó, en medio de un histérico sollozo.— Cuánto bien me hace el verla á usted!

¡Oh! Y cuánto he sufrido hoy !

Nuestra compañera le tomó la mano, una mano flaca y maltratada por el trabajo, y murmuró algunas palabras de consuelo, amable y cariñosa, que en el acto devolvieron el color á las mejillas de la anciana.

—El patrón se ha encerrado con llave y no me contesta explicó el ama de llaves. Todo el día esperé á que me llamara, sin atreverme á subir, pues con frecuencia desea estar enteramente solo; pero hace como una hora, comprendiendo por fin que pasaba algo extraño, subí, y miré á su cuarto por el agujero de la llave.

Vaya usted, señor Tadeo; vaya usted, y mire usted mismo. Durante diez años seguidos he visto diariamente al señor Bartolomé Sholto, unas