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clamo. Desde que yo respondo de ellos, usted debería admitirlos. Además, usted ve que con nosotros viene una señorita que no puede esperar á estas horas en medio del camino.

—Lo siento mucho, señor Tadeo contestó el portero, inexorable. Los señores pueden ser amigos de usted y no ser, sin embargo, amigos del patrón. El patrón me paga para que yo cumpla con mi deber, y yo lo cumplo. Además, yo no conozco á ninguna de estas personas.

— Oh, si usted me conoce á mí, Mc. Murdo exclamó Sherlock Holmes con vivacidad.—No puedo creer que usted me haya olvidado ya.

¿No se acuerda usted del aficionado con quien peleó tres turnos hace cuatro años, en casa de Alison, una noche de su beneficio?

Olvidar á Mr. Sherlock Holmes !rugió el pugilista.—¡ Verdad de Dios! ¿Cómo he podido desconocerlo? Si en lugar de quedarse allí tan tranquilo, hubiera usted avanzado en seguida y me hubiera dado en la quijada ese golpe atravesado que sólo usted sabe dar, en el acto lo habría reconocido, sin que me hiciera la menor pregunta. ¡Ah! Cómo ha desperdiciado usted sus facultades! Si usted hubiera querido, qué 1 alto habría pisado!

—Ya ve usted, Watson—me dijo Ilolmes riéndosesi todo lo demás llegara á fallarme, to-