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señorita Morstan. ¿Qué justicia ? Suponer que su padre vive todavía es demasiado suponer, y yo no presumo que haya en el caso otra injusticia que la muerte del capitán.

—Tropezamos con dificultades, es verdad, con bastantes dificultades—dijo Sherlock Holmes, pensativo, pero nuestra expedición de esta noche va á desvanecerlas todas. ¡ Ah! aquí viene la señorita Morstan en carruaje. ¿Está usted listo?

Pues bajemos en el acto porque ya se va pasando la hora.

Tomé mi sombrero y un grueso bastón, y observé que Holmes sacaba de un cajón su revólver y se lo ponía en el bolsillo. Claro estaba que en su opinión nuestra labor de csa noche iba á ser bastante seria.

La señorita Morstan se había puesto una chaqueta de color obscuro. Su rostro de sensitiva estaba tranquilo, pero pálido. Habría sido más que mujer si no hubiera sentido cierto sobresalto ante la extraña empresa en que íbamos á embarcarnos, pero sabía dominarse perfectamente, y contestó con calma á las preguntas que Serlhock Holmes le hizo.

—El mayor Sholto era un amigo muy íntimo de papá—dijo. Sus cartas estaban llenas de alusiones al mayor. Este y papá comandaron juntos las tropas en las islas Andaman, de modo