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»de las circunstancias. Antes de marcharme, me »dije que si alguna vez volvía á ver á mis amigos »los sikas, les agradaria saber que yo había de»jado en el cuarto de nuestro expoliador un re»cuerdo del odio que le teníamos, y entonces esveribí la señal de los cuatro en un papel que »prendí en el pecho del cadáver. Era demasiado »que lo llevaran & la tumba sin un recuerdo de »los hombres burlados y robados por él.

»En estos tiempos vivíamos de lo que produveía la exhibición del pobre Tonga en las ferias y otros lugares por el estilo, donde yo lo presen»taba como el negro Caníbal: comía carne »cruda delante del público y bailaba sus danzas »guerreras, lo que nos dejaba al final del día un »buen puñado de centavos. Yo seguía recibiendo »noticias de Pondicherry Lodge, y durante mu»cho tiempo no supe sino que los hijos buscaban Del tesoro y no lo encontraban. Pero por fin suseedió lo que esperábamos con tanta impacienDcia el tesoro había parecido. Estaba en el te»cho de la casa, encima del laboratorio químico »de Bartolomé. Sholto. Fuí á observar el lugar »y no me fué posiblo trazarme en seguida un »plan para llegar hasta allá arriba con mi pierna »de palo. Averigüé, y supe la existencia de la puerta—claraboya, informándome también de la hora en que el señor Sholto comía. Me pareció -