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Small había arrojado su máscara de estoicismo. Su discurso era un desordenado torrente de palabras, sus ojos arrojaban chispas, y las esposas que lo sujetaban se entrechocaban con la agitación de la manos. Al ver la furia que se retrataba en su rostro, comprendí cuán fundado y natural era el terror que se había apoderado del mayor Sholto al saber que el presidiario defraudado por él había salido en su busca.

—Usted olvida que nosotros no sabemos nada del asunto le dijo Holmes con mucha calma.—Todavía no nos ha referido usted su historia, y, por consiguiente, no podemos saber si la justicia ha estado ó no al principio de su lado.

—Usted me ha hablado, señor, con mucha bondad, aunque comprendo que es á usted á quien tengo que agradecer estos brazaletes que me aprietan las muñecas. Pero no le guardo rencor por esto, porque lo que me pasa cabía cn lo posible. Si usted quiere conocer mi historia, no hay motivos para que yo la oculte. Lo que voy á decirle á usted es la verdad, como hay Dios, palabra por palabra. Gracias: ponga usted la copa aquí, junto á mi boca, para poder beber un trago si me da sed.

«Soy del Worcestershire, nacido cerca de Per»shore. Si usted fuera por allá, encontraría un »montón de Smalls que todavía quedan. A veces LA SE ÑAL 13