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embargo no hay motivo para afligirse. He tenido altos y bajos en mi vida, y me he acostumbrado ya á no lamentarme cuando se derrama la leche.

El asunto es de los más serios, Small—dijo el detective. Si en vez de proceder así, hubiera usted tratado de ayudar á la justicia, ésta habría sido benévola para con usted.

—Justicia !—rugió el presidiario.— Linda justicia! Para quién es la justicia? ¿Para nos& otros? ¿Dónde está la justicia, para participar de ella los que la necesitan? Miren ustedes 1 cuánto me ha favorecido á mi! Veinte largos años en aquel pantano, semillero de fiebres, todo el día trabajando en pleno sol, toda la noche encadenado dentro de las inmundas cuadras, devorado por los mosquitos, consumido por las tercianas, maltratado por cada uno de esos infames negros empleados como guardianes, que se complacen en sacar la piel á los blancos.

Ese es el precio que yo he pagado por el tesoro de Agra, ¡y usted me habla de justicia porque ve que no me es posible soportar la idea de que otro venga á gozar del fruto casual de mis desventuras! Preferiría ser ahorcado veinte veces, ó recibir en el pecho uno de los dardos del Tonga, á vivir en un calabozo de presidiario y saber que otra persona vive cómodamente en un palacio, con un dinero que me pertenece á mi.