Página:La señal de los cuatro - Arthur Conan Doyle (1909).pdf/178

Esta página no ha sido corregida
— 180 —

Y así fué, señor. Nunca en mi vida senti una impresión tan fuerte como cuando salté por la ventana y vi el horrible gesto de esa cara caída sobre el hombro. No pude contener el temblor que me sacudió, señor. Si el Tonga no se hubiera escapado del cuarto en ese mismo instante, yo creo que lo habría muerto. Por eso fué que dejó su bastón y perdió alguno de sus dardos, los cuales sin duda han servido para ponerlo á usted sobre nuestra pista, aunque no sé, en verdad, cómo haya hecho usted para descubrirnos.

De todos modos, no le tengo á usted rencor por esto. Pero me parece bastante curioso—agregó con una amarga sonrisa, que yo, que tengo derecho legítimo á dos millones y medio de pesos, haya tenido que pasar la mitad de mi vida construyendo un rompeolas en las Andaman, y ahora esté en vías de ir á pasar la otra mitad en loe dragos de Dartmoor. Maldito día aquél que vi por primera vez al comerciante Achmet y tuve algo que hacer con el tesoro de Agra, que hasta ahora no ha causado más que desventuras á las personas que lo han poseído. Para el uno, morir asesinado; para el mayor Sholto, el temor y el remordimiento; para mí, la esclavitud perpetua.

La cabeza y los hombros de Athelney Jones se -