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que se detuvieran: en ese momento no habría de lancha á lancha más que el largo de cuatro botes; pero, si nosotros íbamos ligeros, ellos volaban.

Teníamos á Barking Level por un lado, y por la voz de el otro á las ciénagas de Plumstead.

Jones, el hombre se puso de pie en la cubierta, y agitó sus dos puños en nuestra dirección, lanzándonos mil improperios con aguda y cascada voz. Era de mediana estatura, muy fuerte, y, fijándome en sus piernas abiertas, vi que la derocha era de madera, de la rodilla para abajo.

En el momento en que sus coléricos y estridentes gritos comenzaron á resonar, ee movió el confuso bulto que yacía á su lado, y se enderezó hasta convertirse en un hombrecito, más pequehabía visto on mi vida, con ño que todos los que una cabeza deformada, cubierta por una montaña de enredados cabellos.

Holmes tenía ya su revólver on la mano, y yo también saqué el mío á la vista de aquel ser salvaje y horrible.

El hombrecito estaba envuelto en una especie de capote obscuro, ó tal vez en una frazada, que sólo le dejaba descubierta la cara; pero solamente la vista de esa cara era suficiente para quitar el sueño durante una noche entera, tan visible era su expresión de bestialidad cruel y