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centinela en su puesto, pero no hay señales de su pañuelo.

¿Si avanzáramos un poco más corrienteabajo, y allí esperáramos?—propuso Jones impaciente.

—No tenemos el derecho de dar nada por seguro contestó Holmes. Cierto es que hay diez probabilidades contra una de que La Aurora se dirija aguas abajo, pero nosotros no estamos cierto de ello. Desde aquí vemos bien la entrada del astillero, y ellos podrían difícilmente vernos á nosotros. La noche se presenta clara, y luz no nos ha de faltar. Quedémonos aqui. Miren, allá donde alumbra el gas, cómo pasa la gente.

—Obreros del astillero, que salen del trabajo.

—Feo aspecto el de esos individuos, pero debemos suponer que cada uno de ellos oculta en su interior una llama inmortal por pequeña que sea. Uno no se lo imagina al verlos: y a priori no hay probabilidades de tal cosa. ¡Qué enigma tan extraño es el hombre !

Alguien lo llama una alma escondida dentro de un animal.

—Winwood Reade trata muy bien el punto dijo II olmes. Así, hace notar que mientras el hombre es individualmente un enigma indoscifrable, en conjunto se convierte en una certidumbre matemática. Usted no podría, por ejem-