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B) al pensar que ya nos hallábamos cerca del final de nuestra empresa, y participé de la alegría de Holmes. Ninguno de los tres dijo durante la comida una palabra de la causa de que nos halláramos reunidos allí.

Cuando retiraron el mantel, Holmes miró su reloj y luego sirvió tres copas de Oporto.

—Un trago—dijo,—por el éxito de nuestra expedición. Y ahora ya es hora de que nos pongamos en camino. ¿Tiene usted un revólver, Watson?

—En mi escritorio tengo mi antiguo revólver de militar.

Póngaselo usted en el bolsillo, pues más vale estar preparado. Veo que el carruaje está ya en la puerta. Lo pedí para la seis y media.

Eran poco más de la siete cuando llegamos al muelle de Westminster, donde nos esperaba ya el vaporeito. Holmes lo examinó con cuidado.

—¿Tiene alguna señal de que pertenece á la policía?

—Sí; el farol verde del costado.

—Hay que quitarlo.

Verificado el cambio de faroles, pasamos á bordo y las amarras cayeron. Jones, Holmes y yo nos sentamos en la popa. Había un hombre en la rueda del timón, otro que manejaba la má-