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dre muchísimo gusto en estudiar cualquier problema que usted me someta.

Le he oído decir á usted que es difícil que un hombre use diariamente un objeto sin dejarle impresa su individualidad hasta el punto de que un observador ejercitado puede leerla en el objeto. Pues bien: aquí tengo un reloj que llegó á mi poder hace poco. ¿Tendría usted la amabilidad de darme su opinión respecto al carácter y costumbres de su anterior dueño?

Le entregué el reloj, ocultando un ligero sentimiento de burla, pues, en mi opinión, la prueba era imposible y la había propuesto como una lección contra el tono en cierto modo dogmático que, Holmes asumía á veces. Mi amigo volvió el reloj de un lado & otro, miró fijamente la esfera, abrió las tapas de atrás, y examinó la máquina, primero á la simple vista, y luego con un poderoso lente convexo. Trabajo me costó no sonreirme al ver la expresión desanimada de su rostro, cuando por fin cerró las tapas y me devolvió el reloj.

—Apenas si he encontrado algo— observó.Ese ha sido limpiado recientemente y substrac de mi vista los hechos más sugerentes.

—Tiene usted razón— le contesté. Antes de enviármelo lo limpiaron.

LA SE ÑAL .—2