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de descubrir los antecedentes de los criminales.

Pero estoy cansándole á usted con mi charla.

—De ninguna manera—le contesté con ardor.

—Estas cosas me interesan muchisimo, especialmente desde que he tenido la oportunidad de observar la aplicación práctica que usted les da.

Pero hace un momento hablaba usted de observación y deducción; la una implica seguramente la otra en cierta medida.

1 —¿Por qué?¡ Difícilmente —replicó Holmes, recostándose perezosamente en su sillón y despidiendo azules y espesas coronas de humo.Por ejemplo, la observación me demuestra que usted ha estado esta mañana en la oficina de correos de la calle Wingmore; y la deducción me permite saber que usted fué á esa oficina á expedir un telegrama.

—Justo—exclamé.— Justo en ambas cosas! Pero confieso que no alcanzo á ver cómo ha llegado usted á adivinarlo. La idea de ir al correo se me ocurrió súbitamente, y á nadie he hablado de eso.

—La cosa es sencillísima—me contestó sonriéndose al ver mi sorpresa;—tan absurdamente sencilla, que su explicación es superflua; pero voy á hacérsela á usted, porque va á servirme para definir los límites entre la observación y la deducción. La observación me hace ver que