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sábana. Un sargento de policía, visiblemente aburrido, estaba recostado en un rincón.

—Présteme usted su linterna, sargento dijo mi compañero. Ahora, áteme usted ese pedazo de cartón al cuello, de modo que quede colgando por delante. Gracias. Y ahora, tengo que quitarme los botines y las medias. Hágase usted cargo de ellos, Watson. Yo voy á tener necesidad de andar descalzo. Moje usted un pañuelo en la creosota: asi. Ahora, venga usted arriba un momento conmigo.

Pasamos por el agujero del techo, y Holmes proyectó otra vez la luz sobre las huellas de pisadas impresas en el polvo.

Hágame usted el favor de fijarse bien en esas huellas—me dijo. Observa usted algo de particular en ellas?

—Son de un pie de niño ó de mujer.

—No hablo del tamaño. ¿No nota usted nada más?

—Se parecen á todas las huellas de pisadas.

De ninguna manera! Mire usted. Esta es la marca dejada por el pie derecho en el polvo.

Ahora voy á imprimir al lado la marca de mi pie. ¿Qué diferencia nota usted?

—Que los dedos de usted están juntos y apretados, mientras que en la otra huella están separados uno de otro.