Página:La romana. Presencia de la mujer en las Elegías del Corpus Tibullianum.djvu/91

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elicit et tepido deuocat ossa rogo; iam tenet infernas magico stridore cateruas, iam iubet aspersas lacte deferre pedem. Cum libet, haec tristi depellit nubila caelo; cum libet, aestiuo conuocat orbe niues. Sola tenere malas Medeae dicitur herbas, sola feros Hecatae perdomuisse canes. vv.43-52 Yo he visto a ésta conduciendo los astros desde el cielo, ella tuerce el camino de turbulento río con su hechizo, ella abre el suelo con su canto, saca los manes de los sepulcros y llama a los huesos de la crepitante pira; ya retiene las infernales cohortes con su grito mágico, y les ordena retirarse rociadas con leche. Cuando lo desea, ella aparta las nubes del triste cielo; cuando lo desea convoca a las nieves en el orbe estival. Se dice que ella sola tiene las malvadas hierbas de Medea, ella sola ha dominado los fieros perros de Hécate. El dominio sobre la realidad que Tibulo adjudica a la hechicera es casi completo: gobierna las fuerzas naturales al punto de modificar las condiciones que parecieran más estables, como la trayectoria de los astros o el curso de los ríos, o de las estaciones. Tiene poder sobre el mundo subterráneo y sobre los manes sepultos. Puede incluso sojuzgar los perros de la forma subterránea de la dea triformis - Diana, Luna, Hécate-. La exaltación de su minister en la alusión mítica, que equipara su arte al de Medea. El cuadro, trazado con notas generales que muestran a grandes rasgos la magnificencia del poder de la hechicera, se cierra con la personalización de su ministerio, con el que se abría el pasaje: culmina Haec mihi composuit cantus, quis fallere posses: ter cane, ter dictis despue carminibus; ille nihil poterit de nobis credere cuiquam, non sibi, si in molli uiderit ipse toro. vv.53-56 91