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seguir las armas y los botines. Es lícito que aquél se ponga ante las vencidas escuadras de los Cilicios y ponga los campamentos de Marte en el suelo capturado, y cubierto de toda la plata y de todo el oro deba ser visto montado en rápido caballo; yo mismo, Delia mía, así, contigo, podría uncir los bueyes y apacentar el rebaño en el monte acostumbrado, y, mientras me sea lícito retenerte entre los tiernos brazos, sea muelle el sueño para mí en el inculto suelo. La visión idílica del campo ( con la fuerte restricción si tecum modo) retrae a la elegía primera y anticipa el pasaje de fingebam en 1.3.19-36. El final del poema se asocia, igualmente, con el de 1.1 y su reclamo a la juventud apropiada para los amores. Estos llamados a Delia buscan, finalmen- te, convalidar la elección del otium elegíaco en la oposición juventud-vejez: el amor, ingrediente inevitable de la vida de los hombres, debe ser vivido en el tiempo quele es propio - i.e. la juventud-. Así, resulta ferreus aquél que empeña su juventud en la consecusión de riquezas y honores, ya que le aguarda el ridículo del amor senil, en un momento en el que ya no corresponda amar (nec amare decebit. 1.1.71), presentado con notas similares a las de la comedia: At tu, qui laetus rides mala nostra, caueto mox tibi: non uni saeuiet usque deus. Vidi ego qui iuuenum miseros lasisset amores post Veneris uinclis sobdere colla senem et sibi blanditias tremula componere uoce et manibus canas fingère uelle comas; stare nec ante fores puduit caraeue puellae ancillam medio detinuisse foro. vv.87-94 Pero tú, que alegre ríes de nuestros males, cuida sobre todo de tí: aún el dios no se mostrará cruel sólo con conmigo. He visto yo a quien se hubiera burlado de los amores desdichados de los jóvenes, después, siendo viejo, ceder el cuello con las cadenas de Venus y componer para sí dulzuras con voz temblorosa y querer ocultar los 59