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en la generación anterior. En tal sentido, los cambios sociales y políticos han puesto distancia entre el desafío poético de los poetae noui y las afirmaciones programáticas de los augusteos. Cuando Catulo se considera otiosus (C.10,2), o expresa las amenazas de su ocio poético - como en la estrofa final del C. 51, está lanzando un desaffo que no sólo compromete su poesía sino también su modo de vida (Véase Quinn, 1976). El otium y las nugae, la inertia y la nequitia, representan el apartamiento voluntario y desdeñoso de la vida de los negotia, del cursus honorum o la vida militar, vistos como perversión del individuo centro de auténtica corrupción de la vida social (Cf. Lyne 1981). Con el programa de restauración augusteo, esta vida social y cívica intenta ser saneada y restituida a su antigua uirtus, en tanto que -especialmente después de Actium - la vida de otium amoroso se empieza a confundir con la desidia, el lujo oriental y la inercia que, en un momento en que el Estado reclama la asistencia de sus ciudadanos para su reconstrucción moral, termina por resultar sospechosa. Al cabo, se trata de volver a las antiguas antinomias ciceronianas, y contestar con la reposición del mos maiorum a las conductas liberales de la época cesariana. Ya desde el Virgilio de las Eglogas se encuentra una voluntad de hacer de la poesía un trabajo (Extremum.laborem. Egl.10,1), y en los poetas elegistas aparece una ambigüedad que busca afirmarse progresivamente sobre el terreno de las ocupaciones nobles y los negotia. Habíamos hecho referencia a la uita iners de Tibulo, que puede equipararse a la nequitia properciana; pero esta idea suele perder apoyo programático frente a los nuevos discursos de la uirtus social, a la que adhieren Virgilio Horacio. En tal sentido, es ilustrativo señalar la distancia que va desde un poeta sin «patrono» como Catulo, y poetas insertos en círculos intelectuales de sesgo oficial como los elegistas. Mecenas es un hombre de negotia, y Mesala un militar, ambos en relación con funciones estatales, ambos comprometidos en mayor o menor grado con las políticas del Principado. Ya no puede hablarse abiertamente de Estado corrupto y fraudulento, sino, en todo caso, hacer alusiones generales a tipos de individuos. El otium catuliano ya no puede reivindicarse como respuesta neta al caos político, sino que debe reformularse acondicionado a las nuevas circunstancias. Los poetas de amor rechazan la idea, entonces, de presentar este ocio como un reducto privado en el desplegar 36