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poesía que resultan convenirles: el modo épico, guerrero y político, y el modo elegíaco, suave, galante e incluso, como en Tibulo, rústico. Se trata, sin duda, de un período de inestabilidad moral, con contradiccio- nes y discordancias, que obligan a considerar con cautela las afirmaciones poéticas, especialmente la de los elegistas. Quienes eligen, como Tibulo, el mundo privado, no se sustraen de las corrientes ideológicas en pugna, ni de los acontecimientos públicos que se entretejen con la «vida de salón». Propercio nos ofrece una directa muestra de estas interrelaciones cuando repudia una ley que le exigiría prestar servicios militares y apartarse de su amada. Tibulo, en su elegía programática (1.1), afirma un modo de existencia contrapuesto a otro, y este modo de existencia hace posible su modo poético, al optar por la uita iners: Te bellare decet terra, Messalla, marique, ut domus hostiles praeferat exuuias: me retinent uinctum formosae uincla puellae, et sedeo duras ianitor ante fores. Non ego laudari curo, mea Delia: tecum dum modo sim, quaeso segnis inersque uocer; vv.53-58 Conviene que tu batalles, Mesala, por tierra y por mar, para que tu casa se enaltezca con los despojos enemigos: a mí me retienen atado las cadenas de una hermosa joven y permanezco como un guardián ante sus duras puertas. No me preocupa ser alabado, Delia mía: con tal de estar contigo, quiero ser llamado indolente e inerte; Así, la elegía se presenta como une chronique de l'«otium» amoreux (André p. 406). Este ocio "a la griega" resulta haber impregnado la literatura de la época, de suerte tal que una poesía epico-cívica no parece haber despertado el interés sostenido de los poetas, en un medio casi exclusivamente volcado a la lírica, al menos hasta los inicios del principado augusteo. Sin embargo, sería incorrecto decir que los elegistas augusteos entienden que su obra es el producto del otium a la manera que lo había entendido Catulo 35