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Negotium amoris Los elegistas romanos pertenecen a una generación que no ha sufrido los estragos de las guerras civiles, como la generación anterior, al menos de modo personal. Han sentido estas guerras en la infancia, y han visto, junto con ellas, reducirse su patrimonio familiar. Esto podría hacer pensar que ellos pretenden restituirse a la vida pública con la puesta en marcha de la reorganización augustea, y adoptar el modo de vida usual para un joven ingenuus de posición económica desahogada. Pero la restauración impulsada por el Principado no encuentra en ellos la respuesta esperada, en una sociedad que, tratando de revitalizar el mos maiorum, olvida la profunda escisión intelectual y psicológica que existe en su interior. La vida de luxuria (Cf. Griffin, 1976) implantada en Roma después de sus más extensas conquistas configura un nuevo clima espiritual que privilegia la satisfacción inmediata, un otium-luxuria en el que se complace el patriciado urbano y los homines noui que forman parte de su existencia. Esta escisión separa lo público de lo privado a punto tal que llegan a coexistir dos repertorios de valores distintos, aún en las mismas personas, de modo que se puede sostener la seueritas en lo público, y el lepos o la leuitas en los círculos privados, desde los mismos tiempos de Augusto un doble y contras- tado discurso que nunca parece haber dejado de estar presente en la cultura manteniéndose ya europea posterior. Este es el clima intelectual en el que viven los jóvenes elegistas quienes, como afirma André (p.411) ils ont écarté de leur existence, très systématiquement, «les professions et états romains légués par la tradition». Surgidos en una sociedad enriquecida, para su tiempo, vertiginosamente, y abierta a extranjeros griegos y orientales que muchas veces cambiaban las mercancías de su conocimiento por bienes materiales, Roma es una auténtica città aperta que la política augustea tratará de reorganizar. Es característica de esta escisión la necesidad de justificar un modo de vida, que directamente pone en movimiento su elección poética, y que requiere hacerse directa o indirectamente explícito. La oposición recurrente se da en el bellare y el amare, y, concurrentemente, la oposición entre las dos formas de 34