Página:La romana. Presencia de la mujer en las Elegías del Corpus Tibullianum.djvu/33

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cas particulares. Ovidio resulta saber cómo piensa y cómo habla un elegista: ... from a social point of view the women of Ars Amatoria do not differ considerably from the mistress of the elegists so that the material taken from that work can legitimately be compared with that derived from the elegists proper (Lilja p.42). Si el amante elegíaco se recorta sobre la imagen del enamorado de la Comedia, Ovidio aquí adopta la perspectiva una erotodidaxis adoptando la función de un seruus callidus. La poesía elegíaca está sembrada de subjuntivos e imperativos, y nos sentiríamos tentados a ver, allí, una fundamental presencia del sujeto emotivo si no se advirtiera el particular acento volitivo de estas formas a través de las que el poeta le dice a todo el mundo ( particularmente a la mujer) lo que tiene que hacerocómo debe sentir. Los romanos son"románticos", másen el sentido de la declamacióny vehemencia de las pasiones (protestas, ira, llantos, euforia) y en su patetismo, que en el de la melancolía o el de la tristeza crepuscular. La diferencia está en la estrategia educativa, en la ironización de los conceptos y enel poder persuasivo de la contradicción: sin esta retórica desaparece la elegía erótica y todo este "romanticismo" pues, como bien se sabe, la mujer-amante no puede acabadamente cumplir con lo que solicita el poeta sin convertirse en matrona y salirse del juego. Ya Catulo ha asentado los principios de este amor : odi et amo (algo que no puede pertenecer a una matrona tradicional que sólo es capaz de suscitar admiración o repudio), la oposición entre amare (amor pasional) - bene velle (aprecio racional): la humillación alimenta la pasión. De este modo, la "nueva mujer" es diseñada por los hombres. Se trata de una mujer que - según dicen los elegistas - puede monopolizar la existencia de un hombre (sensible, bueno, fiel, piadoso, ardiente), a diferencia de la matrona que ocupaba sectores restringidos aunque tan importantes como la conservación de la estirpe en la vida masculina. Si, para cautivar a los hombres, una mujer "debe ser / soñadora, coqueta y ardiente", queda poco lugar para engendrar ciudadanos y engrandecer Roma. La poesía elegíaca enseña que la mujer puede aspirar a ocupar de modo absoluto la existencia del hombre bajo ciertas condiciones: la principal condición, paradójicamente, resulta no atender al enamorado, inclu- so despreciarlo y ser "fácil" para otros hombres pero no para él.. 33