Página:La romana. Presencia de la mujer en las Elegías del Corpus Tibullianum.djvu/117

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augustea en su manifestación más original. Digamos, finalmente, que la matrona no parece concitar el interés poético tibuliano más que como sombra apenas percibida en el paisaje idílico del campo. Las restantes mujeres del entorno social tiene una presencia gestual que asociamos a formas de la teatralidad. Aparecen de improviso y su figura es incidental, atraída ex-machina para producirefectos en el curso de la exposición amatoria. Se trata aparentemente de personajes marginales y oscuros, sin rasgosfísicos queno sean los que buscan unefecto dramático - excepto enalgún caso la edad-, marcados en ocasiones por notas morales negativas como la lena, o por cierta afección de gratitud proveniente de los oficios amatorios cumpli- dos en favor del enamorado. La hechicería y la magia recieran recursos de cuño literario que introducen en los poemas breves momentos de imaginería exhuberante. No son significativas, en Tibulo, las figuras femeninas del mito - opuestamente a lo que ocurría en Propercio- quienes limitan su presencia a menciones breves e irrelevantes, consignadas a título de breve ilustración, como las de Medea o Thetis. Venus, como es de rigor en la poesía amatoria romana, ocupa un lugar de privilegio, siendo presentada con los rasgos más habituales de los contextos eróticos. No obstante, Tibulo introduce algunos breves detalles de poca frecuencia en la caracterización de la Venus-Afrodita, como su función de diosa de los enamorados en el trasmundo, pero puede afirmarse que en general resulta la figura tutelar de los enamorados, ligada al furtiuus amor que propicia y protege. La inserción de Sulpicia en este catálogo importa un cambio de registro. Se trate efectivamente de una mujer escritora, o de una impostación del discurso masculino, la puella tienelas notas propias de la enamorada núbil, que oscila entre el ardor y el recato. La única voz que pudiera ser femenina en la literatura latina (Sulpicia) habla como se espera que hable una mujer, dice lo que diría una mujer, siente lo que siente una mujer, percibe del mundo lo que puede percibir una mujer ( i.e. con exclusividad al amado), es decir, que es razonable pensar en una mujer-autor, aunque testimonios contemporáneos (particularmenteel de las Heroidas de Ovidio) muestren la capacidad discursiva masculina para producir una imitatio convincente. Cuando se piensa en un 117