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¡Así nos hallaríamos de aquí á poco entre la caterva de licenciados Monicongos que el almácigo produciría!

Supongamos que llegaran al cuarto año. Tres horas semanales para física, otras tantas para química é historia natural y una para instrucción cívica, reducen la enseñanza de estos ramos á nociones de cartilla Appleton ante el criterio de cualquier profesor: ¡las vanas y pedantescas nociones, que como los versos del clérigo de Majalahonda[1] pueden aplicarse lo mismo á una liebre que á una estrella!

Con sólo tres horas semanales durante un año, no alcanza para la el electricidad en física; para toda la química orgánica, y para la fisiología é higiene en historia natural, si han de quedar proscriptas las perversas nociones. Abusaría de la paciencia del lector demostrándoselo con cifras[2];

  1. Quevedo—El gran tacaño,IX.
  2. Intentaré conciliar en una nota mis escrúpulos de exactitud y de concisión. Puede calcularse en 450 el número de tópicos que forman un texto común de fisica para estudios secundarios, con excepción de la electricidad; y las clases, en las 32 semanas hábiles del año escolar, serian 96. Admitiendo que el profesor no faltara nunca, y sin descontar los experimebtos y el repaso, deberia tratarse, en número redondo, 4 tópicos por clase, cantidad muy suficiente si se habia de preguntar siquiera á la cuarta parte de ésta (10 alumnos) en la hora de 45 minutos establecida por el plan (art. 4). Ya habiamos admitido la gramática del señor Fernández, quién, por lo visto, domina con igual maestria la aritmética elemental.