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terminado por la duración del día escolar. El examen del plan actual demostrará que no ha presidido á su formación un espíritu más científico. Ni siquiera se ha salteado la cifra parciale para simular una distribución metódica[1].

Desde luego, cualquiera se siente idóneo para este trabajo subalterno. Y resulta entonces menos insólito pasar de la obtetricia á la pedagogía, que á la arquitectura[2].

Cuatro ideas generales, de esas que los diarios difunden con tanta prodigalidad; un retaceo de «Memorias» nacionales y extranjeras, y dos ó tres citas para el sibilino magister dixit, ¡y á regenerar la patria!

Harto fácil me sería hacer lo mismo, pero rechazo la muelle tentación. La vaguedad inherente á las idea generales me ha alejado constantemente de ellas, y confieso sin violencia que la

  1. En el decreto sobre escuelas normales p. ej, el profesorado de ciencias, el de letras y el de jardines de infantes (!) tienen, durante tres años, nueve horas semanales de inglés y castellano cada uno, igualmente distribuidas: 3 y 6, 3 y 6, 3 y 6... ¡Sic itur!
  2. Esto último no sería una novedad en la profesión. Sabido es que Boileau, en el canto IV del Art Poétique, aludió con sus veintiséis primeros versos, rematados por el proverbial «soyez plutot maçon» á Claude Perrault, recién convertido de la medicina á la arquitectura, y que también quiso «se miler de Poísie», según dice aquel en una carta al mariscal de Vivonne. Por lo demás, no fué caso único en la época, pues poco antes Savot, médico del rey, había hecho lo propio. ¡Cuánta vocación de albañil malograda en estos tiempos!.