sigo los votos de concordia hasta confundirse con el sol,y siendo alma del mundo, palpitar en las entrañas de toda cosa. Y vedlo entonces, ya magnificado, cómo está suscitando la verdura de las praderas; y joyando en la pluma de los pájaros y en la escama de los peces; y discurriendo en la savia del árbol, que manifiesta como con besos, con flores, los obscuros anhelos de su corazón concreto en leña; y disponiendo la geométrica armonía de los sistemas estelares; y enfervorizándose en los encuentros del potro que con sonoros resuellos desahoga su brío; y contribuyendo á la economía de los océanos, cuando armoniza sus mareas en una sola y enorme pulsación; contempladlo en los iris de las nubes, en la regencia de los vientos, en la regulación de las nieves, en la exhalación de las aromas, y —por qué no, señor presidente, si el hecho de ser científico este Congreso no implica que hayamos dejado la primavera á la puerta—en la púrpura de los labios también; y cuando realizado sobre sus alas flamígeras ese viaje, volváis la vista al punto de origen, veréis desprenderse de la choza del bosque la delgada columna de humo que objetiva la plegaria, á cuya evocación habréis contemplado al dios trocarse de chispa en astro, y siempre útil para la vida, contribuyendo á la selección por la belle-
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