la enseñanza, basado de este modo en nuestra verdad moral, en nuestra verdad social, en nuestra verdad política. Y han de perdonarme los señores delegados, si no abordo con la amplitud que se debería estas consideraciones, que, como dije al principio, la delegación argentina se limita á enumerar. El tiempo apremia; pero no quiero dejar pasar en silencio una objeción para mí muy importante.
Se ha dicho que este espíritu práctico que á la educación procuramos imprimir, afectaría por restricción la cultura, sobre todo en lo que ella tiene de artística, por lo que aquel posee de utilitario. Y aquí preveo que mi estilo va á ponerse tal vez nervioso, porque, tocada mi especialidad, se me filtran al corazón calurosos entusiasmos.
Yo no creo, señores delegados, en el arte por el arte, fórmula modernísima, no obstante ser su filiación bizantina; creo en el arte por la vida, basándome en la tradición de la Antigüedad venerable. Al paisaje, á la misma naturaleza muerta, no los he visto figurar en el arte griego sino por excepción rarísima. Lo que hay de eso en tal arte, es la naturaleza por decirlo así humanizada; útil al hombre por la influencia del trabajo, ó por alguna propiedad especial. Prados, no existen en los poemas homéricos, sino con el agregado de