medio, y para esto sustituyendo parí passu aquellas condicione que ya no fueran provechosas, por otras que lo fuesen, convendría indicar cuáles son unas y otras. No podría hacerlo en particular ahora; pero me parece que el el aspecto general de la cuestión es éste: Por el lado más provechoso, la concordancia permanente de los acto con la realidad, ó sea el concepto práctico de la vida; por el menos, la sublevación constante contra esa misma realidad, considerada en carácter despectivo, ó sea el concepto ideal de la existencia. Ése, tendiendo cada vez más á la economía discreta de las fuerzas humanas; éste, empeñado en mantener al hombre en un temple anormal de heroísmo; el primero dispuesto á modificar en cada instante su concepto, por la intervención de una verdad nueva; el segundo sacrificándolo todo á su concepto, que suele ser fórmula de la verdad absoluta; aquel, sintético para abreviar; aqueste, generalizador para amplificar; y respectivamente: sencillo, liso en su austeridad el uno; el otro decorativo, amuchigado por ilusorías evanescencias en su pompa de espejismo trascendental.
Creo haber dejado determinada de esta manera las dos tendencias que hoy se disputan el predominio del mundo—que es decir la tendencia latina y la tendencia sajona—y me apresuro