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A 79 guno para hacer conquistas. He aquí los casos en que se manifiesta la antinomia entre la política y la moral, y también la solución de los mismosa) "Un Estado ha prometido a otro alguna cosa, ayuda, cesión de territorios, subsidios, etcétera..." Sucede un caso en que el cumplimiento de la promesa puede comprometer la salud del Estado. Se rompe la palabra, con el pretexto de que el representante del Estado tiene una doble personalidad; es por una parte soberano y a nadie, en su Estado, tiene que dar cuenta de lo que hace; es por otra parte el primer funcionario del Estado, ante el cual responde de sus actos.

¿Es legítimo decir que lo prometido por el soberano no está el funcionario obligado a cumplirlo? Si un Estado-o un soberano-hiciese pública esta máxima, ocurriría naturalmente que los demás Estados evitarían su trato o se unirían contra él para resistir a sus pretensiones.

Lo cual demuestra que la política, por muy hábil que sea, puesta en trance de publicidad, destruye sus propios fines. La máxima citada es, pues, injustab) "Una nación crece en poderío hasta el punto de hacerse temible. Otras naciones más débiles, creyendo que "querrá" oprimirlas, puesto que "puede" hacerlo, fingen tener derecho a unirse y a atacarla, aun sin que preceda de su parte ninguna ofensa. ¿Es justa esta máxima?" Un Estado que lo afirmase públicamente provocaría el daño con mayor seguridad y más pronto. Pues