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a la agricultura; descubrió la sal y el hierro, que fueron probablemente los artículos más codiciados y buscados, organizándose así un tráfico comercial entre diferentes pueblos, que hubo de tener por consecuencia el mantenimiento de relaciones pacíficas entre ellos y aun con otros más apartados.

Habiendo la naturaleza cuidado de que los hombres "puedan" vivir en cualquier parte de la tierra, ha querido también, con despótica voluntad, que efectivamente "deban" vivir en todas partes, aun contrarindo su inclinación. Este deber no implica ciertamente una obligación moral; pero la naturaleza, para conseguir su propósito, ha elegido un medio: la guerra. Así vemos que algunos pueblos tienen la misma lengua, y, por tanto, deben tener también un origen común, y, sin embargo, viven separados por grandes extensiones de terreno, como, por ejemplo, los Samoyedos, en los mares glaciales, y otro pueblo, de lengua semejante, establecido en las montañas de Altai.

Entre ambos vive un tercer pueblo, de raza mongólica, pueblo de jinetes y, por tanto, guerrero, que alimentos y vestidos. La prohibición pública de verter sangre (I. M. IX. 4-6), mantenida en muchas ocasiones, y que los cristianos-judíos ponían como condición para admitir a los paganos en comunidad cristiana-aunque con sentido di-ferente, no parece haber sido otra cosa, en su origenque la prohibición de dedicarse a la caza, como modo permanente de vivir. Al cazador le ocurría frecuentemente tener que comerse la came cruda; prohibir esto último equivale, por tacto, a prohibir la caza.