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turaleza, es dogmática y bien fundada en su realidad. El uso de la palabra "naturaleza", tratándose, como aquí se trata, de teoría y no de religión, es más propio de la limitación de la razón humana que ha de mantenerse dentro de los límites de la experiencia posible, en lo que se refiere a la relación de los efectos con las causas.

Es también más modesto y humilde que el otro término de "providencia". ¡Cómo si pudiéramos nosotros conocerla y sondearla, orgullosos, o acercarnos en raudo vuelo al arcano de sus impenetrables designios!

Antes de determinar con precisión esa garanen la primera, como sucede, por ejemplo, cuando se dice que Dios concurre con el médico a curar al enfermo. Causa solitaria non juvat. Dios ha creado al médico y las medicinas y los tratamientos de las enfermedades y, si retrocedemos hasta el fundamento primero y supremo, teóricamente inconcebible, habrá que atribuir a Dios todo el efecto.

Pero también se podrá atribuir al médico todo el efecto, si consideramos la curación como fenómeno explicable en el orden concatenado de las causas naturales. En segundo lugar, hay que considerar que esa teoría del concurso divino haría imposible toda determinación en principios de los juicios de un efecto cualquiera. Ahora bien, en sentido moral, referido todo él a lo suprasensible, en la fe, por ejemplo, de que Dios ha de remediar la imperfección de la justícia terrena, por medios que no concebimos, siendo obligación nuestra perseverar en el bien, en tal sentido, el concepto del concurso divino no sólo es conveniente, sino necesario.

Pero, naturalmente, nadie debe intentar explicar de esa manera una buena acción, considerada como un suceso en el mundo; esto sería absurdo, porque supondría un conocimiento teórico de lo suprasensible, que no podemos tenernighty Google