lo que antes no ambicionabas, y el pajarillo de aquel nido de amor voló en busca de torres más altas, y te dejaste engañar por las mariposas negras que venían hacia ti atraídas por el brillar de tus sortijas.
Calla, Carmen, calla.
No, tonto, si eso pasó, si ya lo sé que pasó... ¡Cuántos celos! ¡Cuántas lágrimas! y hoy que te apiadas de mí y que estás a mi lao, ya no te veo...
Qué importa que no me veas si me llevas dentro de tu alma.
Es verdad, estoy contenta, muy contenta, sí, porque cuando brillaban mis ojos no te veía nunca, y hoy, aunque mis ojos no te vean, te ve mi corazón y te tengo a mi lao, así, junto a mí.
Junto a ti siempre, mujercita buena.
¡Bendito Dios que con traerme tanta desgracia me dió tanta felicidad!