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LA NOCHE DE LA VERBENA
una vez siquiera corazón, que yo ya no vivo en el mundo pa nadie más que pa mi mujer, pa la mía, pa la que se arrodilló conmigo en el altar, pa la que vive ciega de amor por mí. Dígalas eso, Matías; dígalas eso y échelas, pa que se diviertan, ese billete como el que echa un mendrugo a un perro.
SEÑOR MATÍAS
¿De modo que?...
ANTONIO
De modo que ná.
SEÑOR MATÍAS
Si te chillan los oídos es que t'han llamao una cosa muy fea.
ANTONIO
Aquel albañilito pinturero pa con las mozas, y marchoso y juerguista, s'acabó pa siempre: hoy, mi cieguecita, y ná más que mi cieguecita. (Llorando.)
SEÑOR MATÍAS
(Enternecido.) ¡Déjame que te abrace! ¡Así debe ser! ¡Adiós, chico! (Vase limpiándose las lágrimas.)
ANTONIO
¡Vaya usté con Dios! (Limpiándose unas lagrimillas.)