Le sigue una linda jóven,
Dejando la infancia apénas,
En cuyas azules venas
La sangre noble se ve.
Le toma con negligencia
Su blanco, torneado brazo
Un ordinario negrazo
Que más negra que su tez
Parece tener el alma
Que se mira retratada
En su espantosa mirada
De repugnante expresion.
Parece que entre esos seres
Debe mediar un abismo,
Mas los funde en uno mismo
Del siglo la condicion.
La condicion de este siglo
Que de las luces se nombra,
Y deja á la oscura sombra
Condenada á la mujer,
Dando esos tristes ejemplos
Que palpamos en el dia:
Que es la mujer mercancía
Y el hombre su mercader.
—Mientras que yo al sacerdote
Con atencion escuchaba,
Uno por uno miraba
Los pasajeros saltar.
El gentío bullicioso
Que los muelles invadia
Impaciente parecia
Caros seres esperar.
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