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—Vos lo sabeis, señor,
El alma mia
Llena de sombras enlutada está,
Y en el lento dolor de mi agonía
A nada aspiro en este mundo ya.
Mas resignada y con paciencia espero
A que Dios ponga á mi existencia fin,
Y aunque sienta viviendo que me muero,
Sé que debo muriéndome vivir,
Sé que el mundo arrojando en mi camino
Va sarcasmos, desprecios y desden;
Mas yo en cambio sus sendas ilumino
Con la luz de las ciencias y del bien;
Que si á veces altiva me revelo
Contra el mundo que hiere el corazon,
De aquel ángel bendito de consuelo
El recuerdo me inspira en el perdon.
Y pues la santa religion cristiana
Fuerzas á mi alma vacilante da,
Voy de un convento á constituirme hermana
Do implorando y haciendo caridad,
Humilde pase la doliente vida
Que el llanto del amor acibaró,
Y de la ciencia por la luz atraida
En su llama candente se agosto.
La atmósfera purísima y bendita
Del bien, de la piedad y la virtud,
Tal vez á mi alma de dolor marchita
Le devuelva el aliento, la salud.
Acaso como gotas de rocío
Sienta caer el marchito corazon
Al elevar el pensamiento mio
En éxtasis de férvida oracion.—”