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Otros actos suyos indignan al juez más tolerante, porque la impiedad se une a la cobardía. Cuando Júpiter, con formales amenazas, prohibió que los Dioses tomaran parte en la guerra, los troyanos tuvieron una buena jornada. En cierto momento fugaron los jefes griegos, quedando sólo el viejo Néstor, a inereed de sus enemigos. Sobre él vino el troyano Héctor, y a punto estuvo de anatarle. Néstor pidió auxilio; ilises, que estaba próximo, fingió no oírle y buyó cobardemente, refugiándose en las naves, sordo a las imprecaciones de su compañero. Ilubiera éste perecido si no aende Diomedes y le recoge en su carro, a la vez que ataja el de Héctor, sa perseguidor, matando le una lanzada a su auriga Eniopeyo (Iliada, Lib. VIII).

¿Cuál héroe, de aquéllos, habría resistido da ver güenza de tanta cobardía? ¿Cuál, habría osado mirar de frente a Diomedes, testigo de su infamia? Ulises, sin embargo, no parece afectarse. A poco realiza con el mismo Diomedes, la traidora matanza de los Traciosmientras dormían, y roba los corceles de Reso, sin perdonar la vida al propio espía que le reveló su secreto bajo promesa de que respetaría su vida (Iliada, Libro X).

Los más de estos actos son oblicuos, prefiriendo al valor el fraude. Con artimañas aleves obtiene resultados que Aquiles desdeñaría por esos medios, como el rapto de Helleno, hijo de Prianio. Nada le aparta de su conducta; no siente remordimientos. Valor le sobra, porque cien veces lo demuestra; pero prefiere mentir y engañar, con la palabra, con el gesto. Su contextura moral no varía a través de cien vicisitudes y cree justificar el frande por la astucia cuando dice: Siempre me dieron fuerza, entre las armas y la astucia, Marte y Minerva".

No distingue entre la astucia honesta y el delictuoso fraude; para él todo es ingenio, tanto el que respeta la moral como el que la viola.

Minerva le proteje, es cierto, pero no deja de reprocharle su inmoralidad. Cuando Ulises l'ega a Itacasu protectora se le presenta bajo las formas de un gentil pastor y le dice que está ya en su patria; el laercio da