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CAPITULO V

Que trata cómo estando Apuleyo convertido en asno, considerando su dolor, vinieron súbitamente ladrones a robar la casa de Milón, y cargado el caballo y asno de las alhajas de la casa, huyeron pana su cueva.

En tanto que estaba entre mí, pensando la soberbia de mis compañeros y el ayuda y remedio de las rosas, que otro día había de haber, tornándome de nuevo Lucio, pensando la venganza que había de tomar de mi caballo, miré a una columna sobre la cual se sustentaban las vigas y maderos del establo, y veo en el medio de la columna una imagen, que estaba metida en un retablillo, de la diosa Epona, la cual estaba adornada de rosas frescas. Finalmente: que, conocido mi saludable remedio, lleno de esperanza alcéme cuanto pude con los pies delanteros y levantéme esforzadamente, y tendido el pescuezo, alangando los labios con cuanta fuerza yo podía, procuraba llegar a las rosas. Lo cual yo, con mala dicha procurando, un mi criado que tenía cuidado del caballo, como me vió, levantóse con gran enojo y dijo:

—¿Hasta cuándo hemos de sufrir esta jaca castrada? Antes, quería comer la cebada de los otros; ahora, quiere hacer daño y enojo a las