sacudir todos sus miembros, en los cuales, así temblando, comienzan poco a poco a salir plumas, y luego crecen los cuchillos de las alas; la nariz se endureció y encorvó; las uñas también se encorvaron, así que se tornó buho: el cual comenzó a cantar aquel triste canto que ellos hacen, y por experimentarse comenzó a alzarse un poco de tierra, y luego un poco más alto, hasta que con las alas cogió vuelo y salió fuera volando. Pero ella, cuando le pluguiere, con su arte torna luego en su primera forma. Entonces, cuando yo vi esto, aunque no estaba encantado y hechizado, pero estaba atónito y fuera de mí al ver tal hazaña, y parecíame que otra cosa era yo y que no era Lucio. En esta manera, fuera de seso, como loco, soñaba estando despierto, y por ver si velaba, fregábame los ojos fuertemente. Finalmente, tornado en mi seso, visto lo presente cómo había pasado, tomé por la mano a Fotis, y llegada ante mis ojos, díjele:
—Ruégote, señora, pues que se ofrece ocasión para ello, que me dejes gozar del fruto de tu singular amor y afición que tú, señora, me tienes. Untame con el unto de la bujeta, por mi vida y por estos tus hermosos pechos, mi dulce señora, prende a este tu siervo perpetuamente, con beneficio que yo nunca te podré servir. Ya, señora, hazlo ahora, porque yo, con plumas, como el dios Cupido, pueda estar ante ti como mi diosa Venus.
Ella dijo: