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trar, como si fuera aquel mancebo beocio. En esto, tú, engañado con la obscuridad de la noche y con el vino que habías bebido, armado con tu espada en la mano y con gran osadía, casi perdido el seso, como aquel Ajaces griego, no matando ovejas como él destrujó y mató muchas, pero muy más fuerte y esforzadamente mataste tres odres hinchados. De manera que, vencidos los enemigos sin haber mácula de sangre, te abrazaré, no como a matahombres, pero como a mataodres.

Siendo yo de esta forma burlado y escarnecido con las graciosas palabras de Fotis, díjele:

—Pues que así es, paréceme, señora, que yo podré muy bien contar esta primera gloria de virtud, igualándola al ejemplo de los doce trabajos de Hércules, que como él mató a Gerión, que era de tres cuerpos, o al cancerbero del infierno, de tres cabezas, así yo maté otros tantos odres. Pero por el amor que te tengo y por que sin engaño te remita y perdone todo el delito en que con tanto trabajo y fatiga de mi corazón me lanzaste, te ruego que me digas lo que con mucha vehemencia te demando: y es que me enseñes a tu señora, cuando hace alguna cosa de esta arte mágica, cuando se muda en otra forma. Porque yo soy muy deseoso de conocer y ver por mis ojos alguna cosa de esta nigromancia, como quiera que bien sé yo cierto que tú no eres ruda y sin parte de esta ciencia, lo cual yo sé y siento muy bien, porque he sido hombre que