Página:La metamorfosis o El asno de oro (1920).pdf/87

Esta página ha sido corregida
83
 

del baño, vió estar sentado en casa de un barbero, y como vió que lo afeitaban, mandóme a mí que secretamente tomase de los cabellos que le habían cortado y estaban en el suelo caídos; los cuales, como yo comencé a coger a hurto, el barbero me vió, y como nosotras somos infamadas de hechicerías, arrebató de mí riñendo y deshonrándome, diciendo:

"Tú, mala mujer, no cesa cada día de hurtar los cabellos de los mancebos bien dispuestos que aquí se afeitan; por Dios, si de esta maldad no te apartas, que sin más tardanza lo digo a los alcaldes y te pongo delante de ellos."

Diciendo y haciendo, lanzó la mano en medio de mis pechos con gran ira, y buscando sacó los cabellos que ya yo tenía allí escondidos. De lo cual yo fuí muy enojada. Y conociendo las costumbres de mi señora, que con tales resistencias ella se acostumbraba enojar mucho y darme de palos, acordé irme y no tornar a casa, lo cual no hice por tu causa; pero como yo me partiese de allí triste, por no tornar las manos vacías, veo estar un odrero con unas tijeras trasquilando tres odres de cabrón, los cuales, como los viese estar colgados tersos y muy hinchados, tomé algunos de los pelos que estaban por el suelo, y como eran rojos semejaban a los cabellos de aquel beocio gentilhombre de quien mi ama estaba enamorada: a la cual los di, disimulando la verdad. Mi señora Panfilia, en el principio de la noche, antes que tú tornases de cenar, con la pe-