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mucha diligencia miraba todo lo que allí pasaba, Comenzó el muerto poco a poco a vivir: ya el pecho se le alzaba, ya las venas palpitaban, ya el cuerpo, que estaba lleno de espíritu, se levantó y comenzó a hablar, diciendo:

—¿Por qué ahora me has hecho tornar a vivir un momento de vida, después de haber bebido del río Leteo y haber ya nadado por el lago Estigio? Déjame, por Dios, déjame, y permite que me esté en mi reposo.

Como esta voz fué oída del cuerpo, el profeta se enojó algún tanto y díjole:

—¿Por qué no manifiestas al pueblo todas las cosas y declaras los secretos de tu muerte? ¿No sabes tú que con mis encantamientos puedo llamar las furias infernales que te atormenten los miembros cansados?

Entonces el difunto se levantó en el lecho donde iba, y desde allí comenzó a hablar al pueblo de esta manera:

—Yo fuí muerto por las artes de mi nueva mujer, y matome con veneno que me dió de beber, por lo cual muy presto y arrebatadamente dejé mi cama y casa al adúltero.

Entonces la buena mujer tomó de las palabras audacia, y con ánimo sacrílego altercaba con el marido resistiendo a sus argumentos. El pueblo, cuando esto oyó, alteróse en diversas opiniones; unos decían que aquella pésima mujer viva la debían enterrar con el cuerpo del marido; otros, que no era de dar fe a la mentira del cuerpo