CAPITULO IV
Después aconteció que un día Birrena me rogó muy ahincadamente que fuese una noche a cenar con ella. Yo me excusé cuanto pude y al cabo hube de hacer lo que mandaba; pero cumplíame tomar licencia de mi amiga Fotis, y de su acuerdo tomar consejo como de un oráculo: la cual, como quiera que no quisiera me apartara de ella tanto como una uña; pero, en fin, hubo de dar licencia breve a la milicia de amores, alegremente, diciendo:
—Oye tú, señor, cata que tornes del convite temprano, porque hay bandos aquí de los principales, que en cada parte hallarás hombres muertos; y el gobernador no puede remediar esta ciudad de tanto mal, y a ti, así por ser rico, como también ser tenido en poco, por ser extraño, te puede venir algún peligro.
Yo le respondí:
—No tengas tú, señora, cuidado ni pena de esto; porque demás de yo no preferir a mis placeres el convite de casa ajena, con mi presta vuelta te quitaré de este miedo, y aun también no